Cuenta la leyenda que, de niño, Roald
Dahl ganó un premio consistente en una visita a Disneylandia guiada por
el mismísimo Walt Disney. Años más tarde el autor reconocería que aquel
encuentro con el mago de la animación le inspiró al admirado, cínico y
siniestro Willie Wonka, así como buena parte de su libro Charlie
y la fábrica de chocolate.
Sin duda un episodio memorable pero
anecdótico dentro de la intensa biografía de un hombre de casi dos metros de
alto que trabajó como funcionario de la compañía Shell en Tanzania, fue catador de
chocolates Cadbury y pasó seis meses en el hospital cuando, siendo piloto
de la RAF, su avión fue derribado durante la Segunda Guerra Mundial,
pero todavía hay más porque Dahl también fue inventor, guionista
de cine, autor de numerosos relatos y, según algunos biógrafos, agente secreto
al servicio de Su Graciosa Majestad.
De ascendencia noruega, Roald
Dahl nació en Gales en el seno de una familia
acomodada y a los siete años fue internado en estricto colegio británico cuyos
rigores educativos aparecerían luego en muchos de sus relatos. Tras su
experiencia como piloto de combate vivió en Londres y en Washington donde
comenzaría a escribir sus experiencias en la guerra para el Saturday
Evening Post, época en la que también ideó a Los Gremlins. La
costumbre de contar cuentos a sus cuatro hijos le decidió a escribir literatura
infantil, publicando en 1964 Charlie y la fábrica de chocolate, a
la que seguirían títulos como Los cretinos (1980), Las
brujas (1983) o Matilda (1988). Historias a medio
camino entre la realidad y la fantasía. Peripecias brillantes, políticamente
incorrectas y divertidas desde un sentido del humor casi siempre negro.
Desaliñado, cascarrabias y maniático, Roald
Dahl dio forma a la mayoría de sus relatos dentro de una caravana a la
que llamaba “la cabaña de escribir”. El estricto ritual creativo incluía
trabajar sentado en un sillón con una tabla apoyada en sus reposabrazos. Nadie
bajo ningún concepto podía interrumpirle, con la única excepción de Quentin
Blake, ilustrador de diecinueve de sus obras. Fallecido en 1990 a causa
de una leucemia, Roald Dahl sólo pidió a los médicos una cosa: que le
permitieran seguir comiendo chocolate hasta el final.
En este 2016 celebramos el centenario
de su nacimiento. Una buena excusa para recuperar cualquiera de sus obras en
nuestras lecturas veraniegas.
Imágenes: Alfaguara y prensa documental.