Corría el año 2005 cuando el Louvre
de París inició una colección en la que destacados autores de cómic rendirían
homenaje a los principales pintores y obras de dicha pinacoteca. Una iniciativa
que el Museo del Prado hace ahora suya con el lanzamiento de El tríptico de los encantados (una pantomima
bosquiana), novela gráfica que el Prado encargó Francesc Capdevila, Max (Barcelona 1956) como anticipo de ElBosco. La exposición del V centenario que abre sus puertas el próximo día 31.
Tomando como punto de partida el
imaginario y la modernidad del pintor holandés, Max compone a un Bosco laico,
epicúreo y con un sentido del humor decisivo en su aproximación a los vicios y
debilidades del alma e inspirado
a partir de las obras Extracción de la piedra
de la locura, Las tentaciones de San Antonio Abad y El jardín de las Delicias. En el
inicio la piedra de la locura aparece como metáfora de una fantasía desbocada,
de esa imaginación inspiradora de la que ningún creador puede prescindir. En la
segunda el protagonista se enfrenta a dicha fantasía como “reverso de un ojo que está
mirando en otro lugar y nosotros ahora estamos viendo a través de él”. Una observación que finalmente le lleva a entender El jardín de las Delicias como una singular
parada
de los monstruos, una cabalgata de los encantados
que, después de cinco siglos, todavía parece encerrar un misterio que nadie ha
sabido desentrañar.
Minucioso y trabajador como El Bosco, Max abordó el encargo estudiando al detalle las técnicas pictóricas
del holandés. Ante un pintor que algunas voces consideran
precursor del cómic moderno por su carácter fragmentario, Max ha adaptado los
códigos del El Bosco al siglo XXI y lo ha hecho dotando su bestiario de un
movimiento que el pintor, a falta entonces de técnica viñetística, tan sólo
llegó a sugerir.
Un proceso que abandona en el camino todo lo accesorio, incluidos los
colores y paisajes, para conservar tan
sólo las indispensables referencias simbólicas. Aquellas pistas que para Max podrían
arrojar alguna luz para entender cuáles eran los conflictos que llevaron a El
Bosco a pintar semejantes escenas.
Imágenes: Museo del Prado.
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