La idea de reflejar tantos
sueños, miradas y miedos en una niña llamada Alma surgió al leer la
autora una noticia sobre la isla de Lampedusa. Un lugar con centros de
acogida tan desbordados que muchos pescadores han decidido dar cobijo en sus
propias casas a los niños rescatados. Su propia experiencia en la relación de
su hija con una niña saharaui que acogieron durante tres veranos, sirvió a Mónica
Rodríguez
para completar esta historia protagonizada por Otto, el hijo menor de un
pescador y Alma, una niña negra llegada en una barca y acogida temporalmente
en su casa.
El rechazo de Otto
hacia una recién llegada que parece desplazarlo en las atenciones familiares, dará
paso poco a poco a una complicidad capaz de superar las barreras idiomáticas o
culturales. Diferencias salvadas en buena parte gracias a un amuleto que
servirá a Otto para entender mejor el drama de Alma y que aporta un
atractivo elemento mágico a la trama.
Emotiva reflexión sobre
la migración, la empatía y los celos, Alma y la isla también incide en las
frecuentes dificultades de comunicación entre niños y adultos. Un tema de
especial interés para la autora: “Los adultos muchas veces no nos damos
cuenta de lo que les pasa a los niños, o no lo valoramos en su justa medida,
pensamos «son cosas de críos», estamos con nuestros asuntos, nuestra verdad,
mucho más importante que la de ellos. Creo que los niños en esto son más
intuitivos, ellos perciben más nuestra realidad que nosotros la suya. Es
precisamente ese alejamiento entre las miradas de los adultos y de los niños,
ese salto, esos intereses tan distantes algo que me inquieta y que me atrae y
sobre lo que escribo muchas veces, tal vez para recordarme a mí misma que
preste más atención al mundo de los niños.”
El jurado del Premio
Anaya de Literatura Infantil y Juvenil valoró que “la obra destaca por “ser una
novela de iniciación y de aprendizaje con diferentes niveles de lectura, donde
el elemento poético y la magia están muy presentes”.
Dirigida a lectores a
partir de 10 años, Alma y la isla no sería lo mismo sin las ilustraciones de Ester García. Dibujos delicados y sugerentes que aportan al texto un valor
poético añadido.
El Premio Anaya de Literatura
Infantil y Juvenil se convoca anualmente desde 2004 con la intención de
estimular la creación de obras en castellano dirigidas a lectores entre los
ocho y los catorce años de edad.
Imágenes: Anaya Infantil & Juvenil
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